martes, 10 de abril de 2007

Lecturas y lectores


Los libros son muchas cosas pero, antes que nada, son objetos que pesan, se tocan, se huelen, se miran, compran o intercambian. Como objetos, ocupan un lugar, se instalan en nuestro entorno y suscitan emociones y vivencias que no se agotan en el nivel discursivo.
Proust decía que uno olvida el contenido de los libros leídos en la infancia, pero recuerda el lugar donde realizaba la lectura, a pesar de que al estar sumergidos en la lectura nos abstraíamos de él.
Según Ricardo Mariño, pródigo escritor de libros para niños, leer es más trabajoso que mirar televisión, pero recordemos que correr tras una pelota que se la disputan veinte niños valiéndose de patadas es más trabajoso que quedarse sentado en un banco de la plaza mirando comer a las palomas. Sin embargo los chicos prefieren el fútbol a quedarse sentados. Debe ser que lo muy placentero hace olvidar lo trabajoso. Los buenos libros hacen olvidar que uno está leyendo.
La lectura no tiene que estar localizada en una necesidad solamente de las escuelas, sino también de las personas, de la comunidad y del contexto familiar. Las personas se forman desde niños, es así como en los hogares donde se acostumbra a leer, salvo raras excepciones los chicos llegan a grandes con la idea clara de que los libros cumplen su función, aparte de entretener.
La lectura es imprescindible para la escritura, la lectura enseña a escribir como a reflexionar, de ahí la importancia de formar el hábito de leer.
Los libros son además una fuente inagotable de deleite.
Quien más lee mejor escribe y por si fuera poco de un libro se obtienen horas de placer y aprendizaje. Esta síntesis recrea el valor de la lectura.
Unicef realizó en 1995 la Primera Encuesta Nacional de la infancia y Juventud la cual reveló que a la escasa lectura de los niños y jóvenes se suma la de los padres.
Más allá de las diferencias socioeconómicas, entre los adultos casi la mitad nunca lee libros y sólo el 16% lee cotidianamente. Esto implica que debemos redoblar esfuerzos para revertir esta situación, no sólo realizará acciones pertinentes la escuela sino que además debe involucrarse en esta tarea las familias de los alumnos.
Casi no hay chico que se resista al misterio de un cuento leído en clase a la manera de las historias inolvidables que solían contarnos nuestros abuelos en una tarde lluviosa.
Nada mejor que empezar por escuchar narraciones en el rico paisaje creado por niños que, boquiabiertos y quietitos se disponen a contemplar a un curioso personaje y su historia.
A pesar de que los chicos de hoy están adaptados a un mundo de vértigo, de sensaciones a distancia, la importancia de la palabra escrita irrumpe todavía con fuerza cuando se identifica a la lectura con el gusto de escuchar historias, episodios, situaciones reales, imaginarias, fantásticas.
Finalmente algunas recomendaciones para las familias:
Leer para los hijos, los nietos, los sobrinos desde pequeños, incluso aunque los niños no sepan leer, siempre hay un ratito libre para compartir con la lectura.
Adecuar un espacio para los libros en casa.
Regalar y prestar libros.
Pedir libros prestados y enseñar a devolverlos.
Ocuparse de que los hijos dispongan de los libros solicitados por los docentes.
Leer, leer, leer por puro placer.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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