viernes, 18 de junio de 2010

La ciudad de Buenos Aires y Barrio Saavedra en la literatura: una geografía del siglo XX.

En el Capítulo de La Gran Aldea del libro “Radiografía de la pampa” de Ezequiel Martínez Estrada dice de la ciudad de Buenos Aires de 1910:
La Gran Aldea
…las avenidas Corrales y Mataderos eran los confines de Buenos Aires, del orillero mediterráneo y del hombre del deslinde, allí donde se nota que la ciudad da espaldas al río [Río de la Plata]..
El desarrollo puso un cambio total, Jujuy-Pueyrredón, Corrales y Mataderos, avenida Alvear, San Juan, Patricios, Montes de Oca, Paseo Colón, Canning, Triunvirato, avenida Parral, Warnes, Cabildo contenida por el río, en ellas una población típica de riberas, maleante…
Avenidas y bulevares eran bordes del éjido tanto como de clima y fauna fronterizas. Resumía la avenida el pensamiento de la calle entera, contra la acera que daba a la pampa. Por ejemplo Alvear todo lo que es edificio se levanta y se alhaja, en la derecha, enfrente en la izquierda lo feo, la pampa…
Esa división fue profundizada por la Avenida de Mayo, que extirpó el Cabildo pero unió la Plaza de Mayo con la del Congreso, la Casa Rosada y el Parlamento, el canal de las muchedumbres patrióticas.
Orillando palucha del malevaje, el guarago contra el centro, el campo contra la ciudad, el lenguaje es una forma de rebelión… la bastardía del idioma contra el arcaico traje y el gesto “culto”, el pañuelo bordado contra el cuello duro, el cuchillo contra la palabra.
Pero la ciudad apresó al campo y al baldío enfrontado por los comercios suburbanos. Cine, tiendas de modas, cafés, negocios, quiniela…”

El párrafo anterior transcribe casi textualmente cómo ve el autor los límites de la ciudad de Buenos Aires en 1910 y cómo veía a sus pobladores. Las avenidas daban forma a los “barrios” que hoy conocemos como Villa Luro, Mataderos, Barracas, La Boca, Pompeya, Núñez, Villa Urquiza, Saavedra, etc. Esas avenidas conformaban a los barrios. Todo lo que estaba a la izquierda de ellas era lo bello del barrio en edificios, también su población era diferente, “gente de la ciudad” de lenguaje culto, el traje, el cuello duro era su diferencia. En cambio la acera de la derecha de la avenida era lo “feo”, la que se parecía más a la pampa (palabra entendida como desierto): tierra, baldío, malezas, casas chatas y dispersas; también su gente: el “malevo”, el “orillero mediterráneo” (de la ribera del río y en general italiano), el guarango, todos con su lenguaje y forma de vestir diferente al hombre de la ciudad.
Pero como era una época de grandes transformaciones económicas, Martínez Estrada dice que la ciudad le ganó al campo, es decir que poco a poco fueron apareciendo en ambos sectores más comercios, cines… más ciudad…

El Barrio Saavedra desde la literatura

En nota aparecida en el periódico de noticias “El Barrio” (Año 7, Nº 79 de octubre de 2005), el Director del Museo Saavedra, Alberto Piñeiro, ha tomado cuatro obras para ambientar la geografía del Barrio Saavedra a principios del siglo XX.

La primera es La ciudad de un hombre de Leónidas Barletta, fundador del Teatro del Pueblo. El personaje principal de la novela es llevado por su padre, en los años de la Primera Guerra Mundial, a un Saavedra de aspecto rural: Bajaron en una estación pobre, de doble andén. Cruzaron las vías y tomaron por calles de tierra. En Algunas partes se veían vereditas de ladrillo protegidas por dos hilos de alambre y molinetes de palo. En los cruces habían dos pasos de piedra. El campo, el campo con todos sus colores estaba allí; el campo con sus colores, su aire ancho: la tierra, el pasto. Había pocas casas y llevaban sus nombres escritos en el frente: Las Violetas, Villa Enriqueta. La casa del tío Braulio no quedaba muy lejos. Estaba situada en las márgenes del arroyo Saavedra, en una de sus curvas, a pocos pasos de la linde del bosque. El arroyo Saavedra no es otro que el Medrano, el bosque, un sector del parque Saavedra.
El parque era un paseo obligado de los personajes de la novela, Mario y su tío Braulio. Éste era un resero que vivía “a lo criollo” y que ocultaba otra vida paralela: Ensillaban y salían a dar una vuelta. Unas veces, cruzando el puente iban hasta el portón principal del bosque Saavedra, que simulaba la entrada de un castillo medieval con sus leones de bronce, sus almenares, su puente levadizo con cadenas y otras, iban camino de los hornos de ladrillos que levantaban sus pequeñas pirámides rojas alrededor del rancherío.
La segunda, la novela El sueño de los héroes de Adolfo Bioy Casares, su personaje principal, Emilio Gauna, evoca con la palabra Saavedra…(entre 1927 y 1930) una callecita vacía, casi ancha, flanqueada de casas bajas y desiguales abarcada por la claridad minuciosa de la hora de la siesta. Barrio de casitas desamparadas que le parecían francas y alegres… los colores habituales del barrio el verde de los árboles, claro en el eucalipto que se estremecía en el fondo de los baldíos y más oscuro en los paraísos de la vereda, el pardo y el gris de las puertas y de las ventanas, el blanco de las casas, el ocre de la mercería de la esquina, el rojo de los cartelones que todavía anunciaban el fracasado loteo de los terrenos, el azul del vidrio en la insignia del enfrente…
Estos colores también serían evocados por Edmundo Rivero, en su libro de memorias. En él reconstruye otra perspectiva de Saavedra. Con personajes, idénticos a los descriptos por Borges, caminando y viviendo en este Barrio: brujos, malevos, cuchilleros entre otros. Rivero había llegado a Saavedra a los cuatro años, la casa de sus abuelos se encontraba en Avenida del Tejar (hoy Balbín) y Manuela Pedraza. Era una casa como tantas de las que aún quedan en la zona: amplia sala, ventana enrejada y una galería dando sombra y reparo a las piezas, patio con parral… Por aquellos años Saavedra era, de todos modos, una orilla verde…
En “Adán Buenosayres”, 1948, Leopoldo Marechal nos ofrece otra visión de Saavedra, dice En la ciudad de la Trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Ayres existe una región fronteriza donde la urbe y el desierto se juntan en una brazo combativo…. Saavedra es el nombre que los cartógrafos asignan a esa región misteriosa…El turista que volviendo sus espaldas a la ciudad aventura ojos en aquel paisaje, no tarda en sentir un vago sobrecogimiento de pavor: allí, sobre un terreno desgarrado y caótico, se alzan las últimas estribaciones de Buenos Aires, rancheríos de tierra sin cocer y antros de lata en cuyo interior pululan tribus de frontera…; allí asoma ya su rostro la pampa inmensa que luego desplegará sus anchuras hacia el Oeste…

Estos últimos textos entrelazan ficción e historia y nos da una fotografía del barrio de Saavedra de principios del siglo XX.

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